Comentario
Los objetos en bronce, laca, cerámica, jade... adquirieron nuevas formas íntimamente relacionadas con los nuevos usos a los que estuvieron destinados. Si a comienzos de la dinastía Han la fuerza de la tradición fue utilizada como un elemento de continuidad y estabilidad, la propia evolución de la dinastía transformó la tradición adaptándola a la realidad del momento.
La expansión territorial exigía un constante flujo migratorio hacia las nuevas fronteras, parte del cual conformó una nobleza local, que aunque muy alejada de la corte, no por ello rechazó el lujo y confort. De ahí la gran demanda de objetos artísticos, así como la introducción de nuevos temas iconográficos procedentes de los pueblos recién integrados en la unidad imperial. Del mismo modo, esta ampliación de los límites imperiales favoreció el desarrollo del comercio interior y exterior cuyo máximo exponente fue la Ruta de la Seda. Los comerciantes, artífices de la introducción de grandes cambios culturales y económicos, constituyeron tradicionalmente la clase social inferior, incluso debajo de los campesinos y artesanos, hasta la transformación económica que tuvo lugar en el siglo XIII. La clase letrada, por el contrario, formó el corpus del funcionariado, es decir, del sistema burocrático, marcando con su impronta confuciana todos los actos de la vida en sociedad. Estos normalizaron y estipularon escrupulosamente el desarrollo de los ritos: desde la indumentaria a los ajuares funerarios, siendo los comerciantes los que impulsaron el desarrollo de las artes decorativas a través de los ajuares funerarios cada vez más costosos y elaborados, tal y como exigían las normas sociales.
Los ajuares funerarios no sólo fueron creados para el ritual, sino y sobre todo para acompañar al difunto en la inmortalidad, por lo que se necesitaba reproducir todos aquellos objetos del mundo cotidiano: la vivienda, utensilios para bebida y comida, cortesanos, bailarines, músicos, armas, dinero... reutilizados siglos más tarde para conocer la vida cotidiana de la dinastía Han. El material usado comúnmente para ello fue la cerámica, en sustitución del bronce y la laca, debido al elevado coste de estos últimos. Todas las piezas, creadas exclusivamente para sustituir el mundo de los vivos en los ajuares funerarios, se llamaron mingqi, cuyo significado literal es el de objetos brillantes, por los barnices que muchos de ellos presentaban en su superficie. Analizaremos a continuación un caso concreto de los ajuares funerarios: la tumba de un príncipe de Chu en Beidongshan, provincia de Jiangsu, perteneciente a la dinastía Han del Oeste (206 a. C.-23 d. C.). La tumba fue descubierta en 1986 en una zona cercana a Xuzhou, rica en yacimientos arqueológicos de este período. La tipología de la tumba, su estructura y los objetos en ella encontrados nos permiten ofrecer un completo panorama de los nuevos usos y formas de los objetos artísticos de la dinastía Han.
En primer lugar, se puede observar cómo ha variado la estructura de los mausoleos: de las cámaras funerarias en madera a una arquitectura subterránea realizada en piedra y ladrillo. No fue únicamente el lugar de enterramiento de un personaje de linaje real, sino que puede considerarse como un panteón familiar, ya que cuenta con diecinueve cámaras funerarias y siete nichos, en una extensión total de 350 m2. En la zona noreste se situaron los nichos, cerrados con grandes bloques de piedra, indicando en uno de sus bordes el sexo de la persona allí enterrada, con los caracteres mu (masculino) y pin (femenino).
Como una réplica de la ciudad, el mausoleo contiene diferentes estructuras: la principal, siguiendo el plano del palacio real, compuesta por cámara, antecámara, lugar de enterramiento, dos lavabos y una galería. A esta parte principal se añade un complejo auxiliar con once habitaciones distribuidas en cuatro filas, unidas todas entre sí y con las mismas funciones que en el mundo exterior: arsenal, almacén de cerámica y lacas, sala de baile y música, cocina, leñera, despensa, pozo y lavabo.
Las cámaras de la estructura principal mantienen en sus suelos y paredes restos de pintura realizada con cinabrio por las cualidades desinfectantes de este mineral. Su planta, de tipo cruciforme, sitúa las estructuras principales en el centro y las dependencias auxiliares, descendiendo progresivamente de acuerdo a su importancia. Si la tumba de Beidongshan asombra por su construcción, los objetos encontrados en su interior revelan la importancia del difunto. Ornamentos, instrumentos musicales, armas, sellos de bronce, monedas, discos de jade, destacando las más de cuatrocientas figuras en arcilla pintada, encontradas tanto en las cámaras funerarias como en los nichos. Dichas figuras representaban a la servidumbre de palacio, músicos y bailarines, tanto femeninos como masculinos, ya que a partir de la dinastía Han se suprimió la costumbre de enterrarlos vivos, conformándose con su réplica en cerámica.
Los sirvientes masculinos fueron modelados en tres posturas diferentes atendiendo a la posición de sus brazos y manos. Las figuras femeninas se distinguen por su tocado e indumentaria, más elaborada que en el caso masculino. Unos y otros visten las ropas características de este período: túnicas largas, sujetas a la cintura y abrochadas en el lateral; anchas mangas que dejaban entrever las prendas interiores y cuello protegido por bufandas o chales. Los diseños de estas prendas, bordados o pintados, los complementos o adornos que llevaban constituían los signos externos diferenciadores entre las diversas categorías sociales establecidas en el "Libro de los Ritos".
Especial interés presenta el grupo de músicos y bailarines encontrado en una de las salas destinadas a tal fin del complejo auxiliar. Si los sirvientes mantienen unas posturas rígidas, músicos y bailarines han sido representados en movimiento, tal y como exigía su actividad. Es en estas figuras donde se puede apreciar, además de descripciones de bailes e instrumentos musicales, la esencia del arte y la estética china: el principio denominado qiyun shendong, espíritu vital a través de la apariencia real, formulado teóricamente por Xie He, pintor y crítico del siglo VI d. C., al enumerar los Seis Principios de la Pintura. Con ello se quiso hacer referencia a la importancia de la expresión de la emoción por encima de la descripción realista de la naturaleza (paisaje, animales, personas...). Los rasgos de la cara, las líneas de la indumentaria o el tocado se señalan para enfatizar el movimiento y la emoción como recursos plásticos más que como retratos del individuo. Para lograr estos efectos, el alfarero se servía de argucias técnicas como la ausencia de uniformidad en la aplicación de pigmentos y barnices en las diferentes partes del cuerpo. Esta tradición de los mingqi en cerámica continuó a lo largo de toda la historia de la cerámica china, siendo el motor del desarrollo de una de las artes que mejor ha expresado el espíritu chino.
Pero no sólo se limitaron a las figuras humanas, sino que incluyeron animales y objetos de la vida cotidiana, destacando en los ajuares funerarios Han las maquetas de arquitectura: palacios, torres vigía, teatros, graneros... por medio de los cuales conocemos el módulo constructivo básico que se aplicó tanto a la arquitectura civil como a la militar y religiosa.
La arquitectura no ha tenido nunca en China la categoría de arte mayor que le atribuimos en Occidente. No se conocen apenas nombres de arquitectos ni tratados que hagan referencia a soluciones arquitectónicas novedosas, tales como cubiertas elevadas, utilización de nuevos materiales, o espacios destinados a albergar multitudes. La misma estructura arquitectónica era utilizada para un palacio, una casa privada o templo, diferenciándose exclusivamente entre sí por su decoración interior y la calidad de los materiales empleados.
El módulo base fue el dian rectangular o cuadrado, con un solo nivel que se multiplica según la categoría del lugar y el grado de nobleza de sus moradores; esta estructura en torno a un patio puede ampliarse igual que la altura de sus pisos, sin que se modifique con ello la armonía del conjunto. La planta cuadrada hacía referencia a la tierra, al hombre, en contraposición al círculo del cielo en un sistema en el cual todo gira alrededor de la naturaleza. Los materiales de construcción eran ligeros y efímeros como el cuerpo humano, de ahí la ausencia de ejemplos de arquitectura anteriores al siglo XV, cuando se sustituye la madera por muros de sólidos sillares en los edificios más representativos, como fue el caso de la Ciudad Prohibida de Beijing.
En la arquitectura china existió siempre un vacío entre la techumbre y el muro, asociado al juego de complementarios lleno/vacío, yin/yang... Las techumbres realizadas con tejas de cerámica, dispuestas en dos vertientes, no descansan sobre el muro, sino que su peso lo soporta un entramado de vigas de sección cuadrangular en el que sobresalen los pilares como soporte del cruce de las ménsulas. Todo ello se realizaba en madera, sin elementos de unión. Esta estructura recibe el nombre de Dougong. Gong son los brazos de madera arqueados dispuestos en capas y Dou el bloque de madera que se intercala entre dos Gong.
En las maquetas cerámicas de los ajuares funerarios Han existió una gran variedad de edificaciones, especialmente en las de los Han del Este, coincidiendo con la importancia que adquiere la parafernalia que acompañaba al difunto. Destacan, en las tumbas del sur, las construcciones con diferentes pisos así como varias viviendas agrupadas, mientras que en el norte fueron más frecuentes las torres individuales, de carácter militar, o bien de graneros, así como pabellones de placer. La mayor parte de estos objetos cerámicos se cocían a temperaturas elevadas (600-1.100 °C), y se decoraban con barnices o aplicando pigmentos.
Junto a la producción cerámica y el desarrollo de las artes decorativas en las tumbas, la decoración de sus muros con escenas pintadas o esculpidas en piedra fue otra de las grandes aportaciones del arte Han. Todas ellas, de carácter narrativo, constituyen los primeros ejemplos de una nueva forma de expresión plástica, ilustran aspectos de la vida cotidiana (caza, pesca, recolección, enseñanza, guerra...) así como temas mitológicos relacionados con la inmortalidad. Las escenas realizadas en piedra se caracterizan por un tratamiento lineal y una composición espacial muy sencilla en la que la colocación de los elementos en diferentes planos produce cierto sentido de profundidad. Pese a que no puede negarse su valor plástico, estas primeras representaciones esculpidas o pintadas deben ser admiradas fundamentalmente por su informalidad, ingenuidad y sentido narrativo.
Nuevas formas se asocian también a la vida terrenal en ese afán de innovación, lujo y exotismo, que abarcaba desde el arreglo personal a sistemas de iluminación, recipientes para alimentos... Para ello se eligieron materiales nobles como el bronce y la laca. Los espejos en bronce surgidos en la época de los Estados Combatientes se hicieron indispensables para las mujeres de la corte, presentando dos variedades: ahora el asa central se redondea, frente a la forma cilíndrica de los primitivos y en segundo lugar, como innovación, la utilización de inscripciones y signos en forma de T, L y V.
Para guardar estos espejos se fabricaron en bronce y laca cajas cilíndricas con una decoración similar a la que aparecía en la superficie de los espejos. En bronce, además, se realizaron incensarios de formas caprichosas como el boshanlu y el yudou.
El boshanlu, incensario de la montaña inmortal, define a un recipiente en forma de montaña sobre un pie cilíndrico. Fue realizado tanto en bronce como en cerámica, y su origen se debe a la importación de maderas olorosas de los países del sudeste asiático. Con su aspecto de montaña hacía referencia a las Islas de los Inmortales Taoístas (Fangzhang, Yingzhou, y Penglan) situadas en el mar oriental, donde figuras mitológicas, como la tortuga Ao, poseían el preciado elixir de la inmortalidad. Al tener prohibido el acceso a estas islas, príncipes y dignatarios trataron de conformarse creando formas semejantes en sus jardines, mientras que el común de los mortales lo hizo con estos boshanlu en bronce y cerámica. El yudou fue otro tipo de incensario compuesto de un pie cilíndrico y un brazo horizontal a cuyo extremo se colocaba un recipiente esférico para contener el incienso. Las lámparas de aceite adquirieron formas ovaladas o circulares, con y sin cubierta, de fénix, pájaro, carnero, etc. si bien se utilizó el bronce para fabricar recipientes de comida o para guardar cosméticos. La laca por su ligereza, brillo y colorido fue el material preferido para estos usos.
Las tumbas de Mawangdui (también conocidas como Tumbas de las dos concubinas hacen referencia a la del Rey Mayin del período de las Cinco Dinastías enterrado en este lugar), fueron descubiertas en 1974 en Changsha. Nos ofrecen una variada y valiosa muestra de objetos en laca. Todos ellos, utilizados como ajuares funerarios, corresponden a Li Cang, ministro del Estado de Changsa de los Han del Oeste, y a su familia. En ellas, desde los féretros a la pieza más insignificante está realizados en laca pintada, siendo el material más resistente al paso del tiempo como lo ha demostrado el estado de las tumbas dos mil años más tarde.
Entre las más de quinientas piezas en laca que se han descubierto en las tres tumbas de Mawangdui se encontraron vasos, cajas de cosméticos, copas, bandejas, cuencos, cántaros, cestas... La base de todas ellas la constituía un cuerpo en madera sobre el que se iban aplicando las diferentes capas de laca, con una decoración pintada o incisa respetando la bicromía negro/rojo y con una temática naturalista y mitológica realizada con sorprendente maestría. Respecto a la forma destacan los recipientes para comidas y bebidas en tamaños muy diversos: platos, cuencos, vasos, palillos, juegos de bandeja..., indicando incluso su uso como es el caso de un juego de vasos horizontales en cuya superficie llevan escrito la siguiente inscripción: "por favor, bebe vino". Finalmente, señalaremos también como nuevas formas, las cestas destinadas a transportar alimentos, utilizadas tanto en las ceremonias como en comidas al aire libre.
La indumentaria presenta novedades en este período, ya que en el siglo I a. C. se dictaron estrictas normas sobre el vestuario que debía llevarse en ceremonias oficiales y rituales: gorros, calzado, vestidos, y sobre todo el tocado, determinaron las categorías sociales. El material de las túnicas para las ceremonias era la seda, mientras que los colores debían ser: amarillo para el emperador, rojo para los príncipes, púrpura para nobles y generales, azul y negro para los funcionarios. Las túnicas de una sola pieza permitieron variaciones en el ancho de la manga, siendo más ajustada al puño para los funcionarios, mientras que los bailarines utilizaban mangas muy anchas, no sólo para facilitar el movimiento sino también para dotar a su danza de mayor plasticidad. La decoración de la dinastía Han, al igual que las formas y los usos, varió sustancialmente respecto a períodos anteriores. Es quizá en el aspecto decorativo donde mejor se aprecia la apertura de fronteras, así como una mayor madurez cultural respaldada por el desarrollo de la literatura y todos los campos del conocimiento científico y humanista.